Una vez, Winston Churchill, en un célebre discurso, declaró que una “Cortina de Hierro” había caído sobre una parte del mundo, refiriéndose a la U.R.S.S. y su zona de influencia. La frase se usó para generar en la mentalidad occidental la idea de que el oscurantismo se había instalado en los países donde surgieron regímenes socialistas, en contraposición con las naciones del “Mundo Libre”. Allí imperaba una oscuridad ominosa, impenetrable, insondable, que generaba una sensación de amenaza latente sobre esa parte del mundo donde Dios bendecía a la “democracia” (asociada a “capitalismo”). Poco importaba que la mitad de los países del “Mundo Libre”, en Europa, en Latinoamérica, en África y en Asia, en realidad estuvieran bajo dictaduras militares en las que a diario se ejercía terrorismo de Estado sobre la población, o se ejerciera todo tipo de persecución y censura incluso bajo la sombra de la Estatua de la Libertad. La seductora idea de que el Mal acechaba en Oriente y que el Bien a