HABILIS Y ERECTUS: ¿ANOMALÍAS O NUEVAS ESPECIES DE HOMO?









Desde hace tiempo que una parte de la oficialidad académica en lo que a prehistoria humana se refiere prefiere acuñar los términos Homo habilis, Homo erectus y Homo sapiens para ilustrar una suerte de cómoda evolución del linaje humano una vez que dejó de ser un Australopithecus. A modo de tres peldaños o jalones el ser humano se transformó de una a otra especie, según esta visión. De hecho este planteo resulta tan didáctico que, precisamente, se lo usa para representar la evolución humana a los estudiantes de Historia en las instituciones de estudio.
Lamentablemente para el verdadero antropólogo de campo la realidad resulta muchísimo más compleja. Prácticamente las famosas tres especies constituyen una auténtica farsa a la hora de explicar la evolución del Hombre. El problema es que no todos están dispuestos a abandonar la comodidad de este sólido y simple paradigma. De este modo no es difícil encontrar que buena parte de la oficialidad académica (incluyendo a muchos antropólogos de campo) prefieren clasificar, sin más, a cualquier fósil homínido en la franja de los dos millones y los 500.000 años como habilis o erectus. No obstante, si la cuestión, como hemos visto, es compleja para la clasificación de Australopithecus, también lo es para el género Homo.
Respecto al Homo habilis ya hemos descripto cómo algunos autores identificaron a una nueva especie, el Homo rudolfensis, de ciertos restos tradicionalmente atribuidos a aquel. Claro que no todos están de acuerdo con semejante "amputación" (un auténtico "ultraje" al viejo Habilis). También se ha descripto una nueva especie contemporánea del habilis: el Homo gautengensis de Sudáfrica. Pero la cosa podría no terminar allí. Existe una añeja discusión respecto al fósil A. L. 666.1, una mandíbula de adulto, asociada a instrumental lítico olduvayense, datada en 2,3 millones de años, hallada por el equipo de Kimbel en 1994 en Hadar (Etiopía). Comparada con afarensis la mandibula resulta más ancha y profunda, el arco dental es más parabólico y también presenta un prognatismo deduciblemente menor. Tampoco es posible atribuir la mandíbula a habilis, ergaster o rudolfensis. Por esa razón aun se la conoce como Homo sp., si bien hay quien ya llama Homo antiquus a su posible dueño.
Por otra parte el célebre Homo erectus adquiere un estatus de intocabilidad debido quizá a la antigüedad de sus hallazgos. Cuando Dubois describió al Pithecanthropus de Java, de hecho creó, sin saberlo, un prototipo de Homo erectus que sus sucesores aplicarían a rajatabla a todo fósil sospechoso de ser un erectus. De ese modo se construyó la idea de una especie que abandonó África y colonizó Asia y Europa. Su éxito se vió truncado por el surgimiento de Homo sapiens.
Sin embargo muchos antropólogos de campo notaron que los presuntos erectus tenían tantas diferencias entre si que difícilmente podría tratarse de simples subespecies de una única gran especie. Uno de los primeros tipos en excluirse de la gran categoría erectus fué el Homo ergaster. Los caracteres demasiado "modernos" predominantes en el ergaster lo hacían un candidato demasiado obvio a ser una especie nueva. Pero sus creadores, Groves y Mazak (1975), se cuidaron de excluir aquellos especímenes demasiado parecidos al Pithecanthropus de Java. Por esa razón los defensores del "erectus universal" creen que hubo "re-colonización" asiática en África y Europa (admitiendo que ergaster fuera una especie distinta de erectus, si bien es aceptado como un pre-erectus).
Los cráneos KNM-ER 3733 y 3883, datados en 1,75 (B. Ngeneo) y 1,6 millones de años respectivamente, encontrados en Turkana, no son admitidos como ergaster por muchos autores (incluyendo a Groves, Mazak y Leackey) debido a su sospechoso parecido con el Sinanthropus pekinensis. Lo mismo ocurre con OH9 (Chellean Man), un cráneo de 1,25 millones de años y 1067 cc., asociado a industria achelense, encontrado por Louis y Mary Leackey en el lecho Bed II de la Garganta de Olduvay, que ha sido comparado con el Hombre de Java y el Hombre de Ceprano. Otros fósiles de Olduvai, como OH 28, 12, 22, 23 y 51 también han sido homologados con el Hombre de Pekín.
Otro fósil de tipo "pithecanthropoide" es el Atlanthropus mauritanicus de Ternifine, Argelia, cuyos restos fósiles (tres mandíbulas y un parietal) han sido datados en 800.000 años (han surgido otros restos de 500.000 años), pero está asociado a la industria lítica de transición al achelense de Sidi Abderramán, que ronda el millón de años. Se lo suele catalogar como Homo erectus, o, en su defecto, como Homo heidelbergensis, si bien no parece encajar cronológicamente ni geográficamente con ninguno de ellos.
Groves y Mazak tampoco incluyeron al Telanthropus capensis dentro de la especie ergaster, debido a su morfología "javanesa". Esta "especie" fue descripta por Broom y Robinson en 1950 a partir de un maxilar (SK 80) encontrado en Swartkrans (Sudáfrica). En 1969 R. Clark descubre una mandíbula del mismo tipo (SK 847), con una antigüedad de 1,5 millones de años. Robinson terminó incluyendo estos fósiles en el grupo del Homo erectus como una subespecie del mismo. A pesar de que algunos no están de acuerdo, en la actualidad se incluye al capensis dentro del grupo ergaster.
No existe consenso respecto a estas "anomalías" africanas. Pero es seguro que no están emparentados con los erectus asiáticos, al menos no en forma directa. Podrían tratarse de ergaster, simplemente. Al parecer las supuestas características erectus o "pithecanthropoides" podrían interpretarse como una tendencia homínida a fluctuar entre los "rasgos simiescos" y aquellos considerados "modernos", presentes incluso en el actual Homo sapiens. Otros autores describen estas fluctuaciones anatómicas como "arcaísmos" y "conservación de rasgos infantiles". Los individuos de una misma especie suelen mostrar una tendencia inicial a la "conservación de rasgos infantiles" para después generar formas con "arcaísmos".

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