LA HUMANIDAD PERDIDA (I): LA PEQUEÑA GENTE DE LOS BOSQUES



Este artículo quizá merecería estar en una sección dedicada a la criptozoología o a temas alternativos, pero resulta que, por un momento, los campos aparentemente separados de lo "científico" y de lo "pseudo-científico", se han tocado recientemente. En realidad, después de analizar la forma en que se ha intentado reconstruir científica y paleoantropológicamente la historia de nuestra especie, muchas dudas nos quedan respecto a la magnitud de la frontera separadora de los reinos "científico" y "no-científico". Remitimos simplemente, por toda justificación, a una frase de Einstein muy oportuna, a la vez que muy invocada por todo tipo de "investigadores": "El misterio es la cosa más bella que podemos experimentar. Es la fuente de todo arte y ciencia auténticos".

En 2004 sale a la luz el hallazgo de unos pequeños homínidos en la isla de Flores, en Indonesia. Se los llamó Homo floresiensis. Vivieron hasta hace 18.000 años y todo hace suponer que se trata de una forma de homínido muy primitiva que, milagrosamente, sobrevivió hasta casi el presente. La controversia no tardó en desatarse y parte de la comunidad científica se apresuró a impugnar los hallazgos. De hecho un sector de la comunidad académica continúa sosteniendo que los pequeños seres de la isla de Flores son solamente individuos patológicos.
Está claro que el floresiensis es un hallazgo incómodo. Las teorías más aceptadas de la paleoantropología oficial tambalean ante el mismo. Las series evolutivas cuidadosamente elaboradas deberían ser revisadas desde la raíz. Porque el hecho incontestable es que el floresiensis no es la única humanidad prehistórica que se escabulle ante las narices de los científicos. También recientemente los análisis de ADN mitocondrial de una falange hallada en la cueva siberiana de Denisova han sacado a relucir una línea de homínidos completamente nueva que también lllegó a ser contemporánea del Homo sapiens. Más aún, los análisis del ADN del Hombre de Mungo, en Australia, reveló que es diferente a cualquier ADN humano conocido, a pesar de que convivió con humanos modernos.
Tales evidencias de que grupos humanos diferentes a la línea genética que conduce al Homo sapiens actual, que incluso se han mezclado con nuestros ancestros, no se extinguieron completamente como se ha sugerido siempre, también podrían avalar las hipótesis que alientan sospechas de que no somos la única humanidad sobreviviente. En los mitos de todos los pueblos sobrevuela la idea de que convivimos con otros seres "humanoides" alguna vez, y que tales seres aún permanecen en las sombras, apartados de nosotros. Amenazándonos algunas veces. Protegiéndonos otras veces. Dioses, demonios, gigantes, duendes, gnomos, ogros, elfos, pequeña gente, trolls, hadas, ninfas, faunos, sátiros...¿Quiénes inspiraron las leyendas?.
La intuición de algunos observadores de que los diminutos homínidos de la isla de Flores pudieron llegar a convivir con inmigrantes Homo sapiens tiene una sorprendente corroboración en las leyendas de los nativos locales. Los descubridores de los fósiles de la cueva de Liang Bua, con los que se reconstruyó la posible nueva especie de homínido, aventuraron que no era probable que hubieran convivido con Homo sapiens. Se sospecha que una erupción volcánica hace 13-12.000 años acabó con los floresiensis y la peculiar fauna de Flores: varanos gigantes, ratas gigantes y elefantes enanos de la especie Stegodon. Sin embargo el mismo Richard Roberts, uno de los descubridores del floresiensis, se hizo eco de una leyenda local: la de los ebu gogo (literalmente: "abuela que se come todo").
A fines de los `90 el paleontólogo holandés Gert van der Bergh, del Instituto Real de Holanda para la Investigación Marina en Texel, recogió por vez primera los relatos de los aldeanos de Flores respecto a unas diminutas criaturas habitantes del bosque. También el antropólogo Gregory Forth, profesor de antropología de la Universidad de Alberta, recogió testimonios sobre el mito ebu gogo anteriores al descubrimiento de floresiensis en Liang Bua. En realidad se decía que habían sido exterminadas hacía un siglo. El relato era el siguiente: los aldeanos de la isla toleraban desde hacía siglos aquellas voraces criaturas que devoraban sus sembrados, pero a veces las perseguían por su afición a robar bebés para devorárselos. En una ocasión que ocurrió un incidente de este tipo, los aldeanos se resolvieron a exterminar a las criaturas. Utilizaron la siguiente estratagema: los sedujeron ofreciéndoles un fardo de paja en la cueva que usaban como guarida al pie del volcán Ebulobo, y al día siguiente llevaron más fardos a los que arrojaron fuego. Se dice que los supervivientes se escondieron...¡en la cueva Liang Bua, donde serían hallados los restos del floresiensis en 2004! Precisamente el hallazgo de pelos en la cueva podría llegar a ser evidencia de la supervivencia reciente de los floresiensis, siempre que se consiga analizar el ADN de los huesos de hace 18.000 años y compararlo con el que se pueda extraer de los cabellos recientes.
La descripción que hacen los nativos de los ebu gogo es sorprendentemente coincidente con lo que se sabe del floresiensis: rostro ancho y simiesco, nariz ancha y plana, boca grande, miden cerca del metro de estatura, tienen el cabello muy largo en cabeza y torso y bastante vello corporal,  barrigudos, con brazos y dedos muy largos, orejas algo despegadas, ágiles trepadores pero de andar torpe en el suelo (aunque podían correr velozmente). Las hembras tienen senos muy colgantes. Se dice que se comunican en un murmullo inentendible y que son capaces de imitar el lenguaje humano como los loros. Su voracidad era proverbial, no desdeñando ni siquiera la carroña y menos la carne humana. Los nativos de Flores aseguran que fueron progresivamente desplazados a la jungla hasta quedar muy reducidos en número, pero que aún había muchos de ellos cuando, hace 300 años, llegaron los primeros navegantes europeos a la isla.
No obstante el 6 de diciembre de 2004 el The Sidney Morney Herald, a través de la editora científica Deborah Smith, recogió el testimonio del Jefe de la aldea Boawae, Epiradus Dhoi Lewa, sobre la captura de una mujer ebu gogo en una cueva del volcán en octubre/noviembre de ese año. Se dijo que el pequeño ser de un metro de estatura, vientre prominente, senos muy colgantes y brazos largos fué llevado hasta la aldea pero consiguió escapar a sus captores. También el Daily Mail recogió otros testimonios sobre encuentros recientes con tales criaturas.
La idea de un resto de los homínidos de Liang Bua sobreviviendo en las cuevas del volcán Ebulobo de Flores no deja de ser una posibilidad fascinante. Pero también es posible que existan otros extraños homínidos en junglas inaccesibles, supervivientes de épocas remotas y que se mantuvieron a distancia del avasallante avance de los Homo sapiens.

En áreas selváticas del Parque Nacional de Kerinci Seblat, en Sumatra, Indonesia, se cuentan historias sobre una tribu de pequeños seres humanoides conocidos como Orang pendek ("hombre pequeño"). Desde hacía siglos se contaban relatos sobre dos especies de "hombres salvajes" en la región: el "Orang-hután" (hombre de los bosques) y otra especie diferente aún no identificada. En el dialecto local Kerinci se lo conoce como Uhang Pandak. Entre los pueblos nómadas Kubu de Sumatra meridional y Jambi las tradiciones sobre estas criaturas forman parte de su cultura. Se lo conoce con nombres sugestivos como Hantu Pendek (fantasma pequeño) y se lo considera una suerte de demonio de los bosques con capacidades mágicas y la habilidad de caminar con los pies vueltos hacia atrás. También es conocido como Atoe Pandak, Rimbo Atoe, Orang Gugu, Goegoeh, Sedapa, Sedabo, Orang Letjo, Ijaoe o Umang.
Descripta como de un metro de estatura (entre 80 cm. a 1,20 cm), andar bípedo, recubierta de pelo de color variable (generalmente rojizo, cobrizo, negro o gris claro), hombros anchos, patas cortas, cabeza redondeada, nariz muy chata aunque de aspecto humano, cejas largas, vientre abultado, brazos y dedos largos, boca grande, orejas sobresalientes. Un relato de marzo de 2010, recogido por varias agencias, de un testigo ocular de Pelompek (provincia de Jambi, Sumatra), de apellido Pak, agregaba detalles como el hecho de tener brillantes ojos azulados, el pelo corto y gris claro pero casi blanco en torno a los ojos ( más largo en lo que sería la zona del cuello), el andar un poco encorvado, con pasos cortos y brazos colgando por delante del cuerpo, el torso grande y redondo y la cabeza redonda sobre él (como si casi no existiera cuello). En líneas generales el relato de Pak parece describir un animal algo parecido a un chimpancé o gorila. Destaca la fuerza del animal, que arrrancó un pedazo de pared al huir hacia la selva desde el cobertizo en el que fué descubierto. Al parecer se alimenta exclusivamente de vegetales e insectos.
Otro investigador del Orang pendek, la criptozoóloga británica Debbie Martyr, aporta más datos sobre el aspecto físico del animal: ojos muy separados, espectacular fuerza física, hombros y pecho muy grandes, presenta cresta sagital en la cabeza como el gorila y cresta ósea sobre los ojos, incisivos muy grandes, dientes prominentes y caninos largos. Debbie Martyr estudia al Orang pendek desde inicios de los `80 y ha sido testigo de dos avistamientos de la criatura en 1989 en el Monte Tuju.
Una expedición efectuada en setiembre de 2011 por el criptozoólogo Adam Davies y el equipo del Centro de Zoología Fortean (Richard Freeman, Chris Clark, Andrew Sanderson, Keith Towley entre otros) obtuvo evidencias de la existencia de la criatura que aún están en análisis: una huella, muestras de cabello, un trozo de palma rattán mordido y el relato de algunos miembros del equipo que aseguraron haber visto uno de tales seres fugazmente. Pese a que algunos investigadores se muestran escépticos, otros como David Chivers, biólogo primatólogo de la Universidad de Cambridge, y Hans Brunner, zoólogo y experto en investigación forense en animales australiano, creen que las muestras son evidencias de la existencia de un primate desconocido en las selvas del sur de Sumatra. Por supuesto que algunos especulan con la posibilidad de que se trate de un homínido, relacionado con el Homo floresiensis.

En la selva vetnamita Kon Tum y en ciertas zonas de Laos han sido vistas unas criaturas de aspecto humanoide llamadas Nguoi Rung ("gente de la selva"). Se supone que se trata del mismo ser que en Borneo es conocido como Batutut. Es posible que también vivan en Malasia y Camboya. Sin embargo los Nguoi Rung son algo diferentes al Batutut de Borneo: son considerablemente más grandes (llegan a medir entre 1,5 y 1,8 metros, si bien muchos relatos los hacen más bien pequeños). Los Batutut son descriptos siempre como pequeños: rondan el metro de estatura y se asemejan mucho más a criaturas como Orang Pendek de Sumatra y Ebu Gogo de Flores. El zoólogo John Ramsay McKinnon, descubridor de varios mamíferos en la selva de Vu Quang en los `90, recogió relatos de avistamientos del Nguoi Rung que se remontan a 1947. En 1970 él mismo observó doce pares de pisadas de batutut o ujit en Sabah, estado malayo al norte de Borneo. Eran similares a las huellas humanas pero más cortas y anchas, además de tener el dedo gordo en el lado opuesto del arco del pie. Sugirió que podría ser un descendiente del Meganthropus (Homo palaeojavanicus sangirensis). En 1982 el profesor Tran Hong Viet, de la Universidad Pedagógica de Hanoi, encontró pisadas similares, aunque algo mayores (28 por 16 cm.), en el monte Chu Mo Ray, distrito vietnamita de Thay Sa, provincia fronteriza de Kon Tum. Precisamente en zonas póximas a Kon Tum pero del lado laosiano el profesor Vu Ngoc Than encontró relatos sobre un ser bípedo llamado Khi Trau ("mono grande" o "mono-búfalo"). Quizá se trate de dos tipos diferentes de homínidos o antropoides (las formas grandes son tradicionalmente asociadas a la casuística "Yeti-Bigfoot" en la jerga criptozoológica). Respecto al Batutut de Borneo existen registros de avistamientos que se remontan a 1918. McKinnon relata que los nativos lo creen una especie de fantasma y se refieren a él utilizando un lastimero sonido onomatopéyico (tootootooo...) del cual proviene el nombre "batutut". En realidad el hecho de que se lo considere un fantasma no implica que los indígenas lo crean un ser especialmente sobrenatural, ya que suelen utilizar el apelativo para referirse a todo ser que evita el contacto con el hombre. Se dice que los batutut están activos en horas crepusculares o en la madrugada. Suelen huir corriendo en dos pies, no braquiando o trepando a los árboles (si bien son ágiles trepadores). Los relatos sobre encuentros con batutut son frecuentes en todo Kalimantan (Borneo). McKinnon menciona relatos de unos seres similares entre los nativos de las islas Mentawai (Sumatra occidental), en este caso asociados al Orang pendek.
Estos seres son descriptos como de estatura promedio de un metro (hasta 1,5 m.), recubiertos de pelo largo (sobre todo en la cabeza, no presentan en las rodillas ni en la cara, ni en pies y manos) de color rojizo oscuro, gris, marrón o negro, bípedos de andar torpe en el suelo, ágiles trepadores de árboles, vientre protuberante, hombros y cuello grueso (de cuero muy sucio según los relatos). Las hembras presentan ubres muy colgantes. Además se señala que poseen capacidad de articular o murmurar en un lenguaje ininteligible. Si bien hay relatos de personas que se les han acercado, los batutut son considerados potencialmente agresivos. Se dice que atacan humanos y comen sus hígados, si bien su dieta principal es a base de caracoles y cangrejos de río, además de frutas y vegetales. No hay certeza, por otra parte, de que los ataques a humanos se deban a los batututs. Se dice también que estas criaturas no atacan jamás a niños. Los relatos sobre los nguoi de Nepal, en cambio son coincidentes en que estas criaturas no atacan a humanos y que, incluso, a veces se les acercan y tratan de comunicarse. También se cuenta que son capaces de manejar el fuego.

En Singapur desde 1805 existen relatos sobre una criatura parecida a un simio de andar bípedo que se esconde en la Reserva Natural de Bukit Timah. El caso fué estudiado en profundidad por el criptozoólogo Karl Shuker ("Animals Revisited", 2007). Existen relatos de soldados japoneses en la Segunda Guerra Mundial sobre este extraño ser. Los últimos informes de avistamientos datan de 2007 y fueron recogidos en el diario sensacionalista local The New Paper. Lo llaman el "hombre-mono" y se lo describe como una criatura cubierta de pelo gris o negro, rostro simiesco, y una estatura que quizá ronde el metro (aunque hay relatos que lo hacen de hasta dos metros). Su extrema elusividad y el hecho de que aparenta tener hábitos nocturnos dificulta los avistamientos y quizá explique las diferencias de tamaño que se le confiere. Todos los informes se centran en la pequeña región selvática de Bukit Timah, que cubre un área no mayor de 164 km2 rodeados de urbanizaciones. La mayoría de los autores cree que se trata de una confusión a partir de avistamientos de macacos cangrejeros grises de la zona. No obstante las historias sobre la criatura forman parte del folklore local.
Estos seres podrían ser parientes de unas criaturas que en Malasia son llamados Hantu Sakai, especie de pequeños "demonios", si bien los pigmeos sakai creen que son seres humanos que están allí desde antes que ellos llegaran. Se dice que son pequeños, de no más de un metro de estatura, de cuerpo cubierto de pelo rojizo; viven y se mueven en los árboles, siendo muy difíciles de localizar.

En las tradiciones de los weddas de Ceilán existe una leyenda relativa a unos pequeños humanoides llamados Nittaewo. Se supone que vivían en la región de Mahalenama (ahora en Yala oriental  y Tamankaduva) y que fueron exterminados hace 250 años (quizá en el siglo XVIII). El relato es sorprendentemente similar a lo que se cuenta de los ebu gogo en Flores. Hubo una suerte de conflicto entre los veddas y los pequeños nittaewo debido al robo de niños adjudicado a éstos, lo que llevó a que aquellos los acorralaran en una cueva y los incineraran allí durante tres días hasta asegurarse de que todos murieran. Luego se apoderaron del territorio de los Nittaewo para usarlo como zona de caza. Esta leyenda fué recogida por Frederick Lewis en 1914 en la Revista de la Real Sociedad Asiática de Ceilán ("Notas sobre una exploración en el este de Uva y el sur de Panama Pattu"). Por otro lado en "El Nittaewo de Ceilán" (La Taprobanian, 1886), Hugh Nevill se refiere a estos seres como "una raza cruel y salvaje de hombres" habitantes de Lenama, a los que asocia idiomáticamente con los negritos telugu, los hace descender de súbditos de los cingaleses Lambakanna y los compara con los Niadis (casta de impuros errantes de Cochin, que viven en viviendas arbóreas y comen tortugas y cocodrilos).
Sin embargo la descripción que lo weddas hacen de los nittaewo es de seres de menos de un metro de estatura (las hembras más pequeñas que los machos), habitantes de cuevas y hábiles trepadores de árboles, de brazos cortos y uñas largas como garras, de piel oscura y cuerpos desnudos completamente, se comunicaban a través de sonidos similares a los de los pájaros, y se alimentaban de pequeños animales, tortugas, lagartos. Se movían en grupos de una o dos decenas de individuos.
Muchos autores creen que la leyenda de los Nittaewo se basa en los negritos pigmeos. Algunas tribus hindúes como los Pulaiyans y los Kadars, así como los andamaneses, conservan rasgos de estas razas pigmoides. Pero resulta que los Nittaewo son más pequeños. También están aquellos como el explorador R. L. Spittel que, en 1963, sugirió que tan sólo se trataría de una población ahora extinta de osos llamada Rahu valaha (Ursus inornatus).
Pero ya en 1963 autores como A. T. Rambukwella sugerían que podrían tratarse de descendientes de Australopithecus. Sorprendentemente los recientes hallazgos en Luang Ba podrían constituirse en un espaldarazo a su teoría que, en su tiempo, fué duramente criticada.
Los Nittaewo aparecen mencionados ya por Plinio el Viejo como una tribu de pequeños y peludos humanos de Ceilán. En 1945 el primatólogo William Charles Osman Hill exploró las zonas de Ceilán donde habitaron los Nittaewo y recogió testimonios de avistamientos de estas criaturas, sugiriendo que podrían ser descendientes de Homo erectus. En 1984 el antropólogo español Salvador Martínez dijo haber visto fugazmente en Sri Lanka una criatura que emitía sonidos ininteligibles mientras corría hacia la jungla. No dudó que había visto un Nittaewo.

Finalmente, una criatura de alrededor de un metro (hasta 1,3 m.) de estatura también ha sido reportada desde 1863, aunque forma parte del folklore de Nepal desde tiempos inmemoriales: se trata del Pyar-them o Teh-lma ("parecido a un hombre"). Se han descripto ejemplares de 45 cm. de estatura, quizá niños, siendo uno de los más pequeños humanoides descriptos. Habita en las selvas de los valles bajos de Nepal, Sikkim, Bhután y Tibet sudoriental, donde se alimenta de insectos y ranas que caza en los ríos. Está cubierto de grueso pelo rojizo, tiene cabeza puntiaguda, frente inclinada, hombros caídos y presenta una cabellera breve. Es bípedo y presenta costumbres nocturnas. Se dice que huye inmediatamente ante la vista de humanos. Conocido en la jerga criptozoológica como el mini-yeti, algunos autores creen que sólo se trata de una especie de gibón.
No obstante se han documentado no sólo gran número de informes de lo que parece un pequeño homínido sino que también se han examinado heces y huellas de 12-13 cm. de la criatura, principalmente por parte del naturalista Gerald Russel, integrante de las expediciones de Edmond  Hillary y Desmond Doig (1953), y de Tom Slick y F. Kirk Jhonson (1958).
En "El Yowie: En busca de Bigfoot de Australia" ( Libros Anomalist. 2006) los criptozoólogos australianos, Tony Healy y Paul Krupper, han recogido testimonios de aborígenes australianos sobre una criatura pequeña, de no más de un metro de estatura, llamada Junjudee (o Littlefooth, en inglés). Si bien algunos los consideran como parte de la casuística Yowie (una supuesta criatura de más de 2 metros de altura), suponiendo que son individuos juveniles, los mencionados autores aseguran que los aborígenes los consideran una clase diferente de ser semi-humano. Han sido vistos en Queensland (sobre todo en la década del '70) y entre los Waka waka se los considera protectores de los enfermos. Suelen ser descriptos como pequeños seres traviesos, a veces agresivos, de no más de 1,20 m., cubiertos de pelo negro, ojos rojos, dientes afilados, cara plana y productores de un nausaebundo olor a podredumbre. Se dice que habitan en cuevas o huecos, viven en grupos y emiten una especie de canto o sonido musical para comunicarse.

Existe en la tradición nativa de Hawaii la creencia en que un pueblo de misteriosos y pequeños seres, dotados de poderes casi sobrenaturales, vivía en las islas antes de la llegada de los polinesios. Se los llamaba Menehune y se les atribuye la construcción de muchos templos heiau, estanques y caminos. Comedores de plátanos y peces, vivirían aún en valles profundos y muy boscosos, siendo casi invisibles al ojo humano. Los relatos recogidos por Martha Beckwith en su obra "Mitología Hawaiana" (University de Hawaii Press, Honolulú, 1970) apuntan a que los Menehune eran un pueblo que colonizó las islas desplazando a una raza de gigantes llamados Nawao (descendientes de Lua Nu'u). Sin embargo Katherine Luomala en su libro "The Menehune of Polinesia and other mithical Little People of Oceania" (1951) cree que los mitos hawaianos sobre Menehunes y Nawaos surgen por el contacto con los europeos, no existiendo referencia alguna antes de la llegada de los mismos. Los Menehune serían una versión hawaiana de los brownies escoceses (criaturas pequeñas similares a gnomos o duendes). Al parecer en su acepción original se trataba de un término para designar a "gente de baja condición social" o "plebeyos". En efecto en el censo de 1820 ordenado por el último Ali i Aimoku (rey) Kaumali i de Kauai, se contaban a 65 personas como menehune.


Hemos reseñado todos estos casos debido a que muchos autores los han vinculado con el hallazgo del Homo floresiensis de 2004. Por alguna razón en el folklore de muchos pueblos asiáticos se han conservado leyendas sobre pequeños seres casi humanos. Reales o no, se han sucedido historias sobre esos seres hasta llegar a nuestros días. Por alguna razón continúan viviendo en nuestros sueños o pesadillas, quizá como un recuerdo de que alguna vez convivimos con esos pequeños representantes de una humanidad perdida. Pero nada nos impide creer que, quizá, aún existen en recónditos valles, donde evitan sistemáticamente el contacto con el humano moderno a sabiendas de que no les espera un buen destino en caso de que los descubramos.

ARTÍCULO SIGUIENTE:
LA HUMANIDAD PERDIDA (II): LA GENTE PEQUEÑA DE ÁFRICA



Comentarios

  1. Saludos:
    La ciencia es fruto de "acuerdos sociales". Todavía en el siglo XVIII el sistema de ideas, con relación a los fósiles...generaba controversias, pero creo que cuando se ha tratado de presentar una ciencia "ignota", un desequilibrio entre lo comprensible y lo que no encaja en los "modelos establecidos", quiebra la seguridad y generamos los sistemas "extremófilos", aquello que pudo ser, las "hipótesis, que sin evitar evidencias, no buscan el encaje en una pluralidad extraordinaria en el ordenamiento evolutivo. Me ha interesado mucho tu comentario, quizá porque, se están dando circunstancias increibles en las excavaciones de Atapuerca (España), donde la cronología tienden a desplazarse hacia posibles nuevos replanteamientos. El hombre de Denísova es uno de los temas estrella: sin duda no hemos estado jamás solos. Un gran saludo y gracias.

    ResponderEliminar
  2. en la zona costera de Chiapas existe una leyenda de unos hombrecitos llamados zipe, aparecen en las carboneras ubicadas en áreas selváticas normalmente, aunque uno que otro se aventura por los ranchos muy apartados de la civilización siendo niño presencie a mi abuelo descargar sus pistolas(2)hacia el monte,mi abuela muy asustada decía que se encontró al zipe de frente, esa era la tercera vez,ya que la primera fue una madrugada en el fogón, en otra ocación choco con la criatura que le araño el brazo mientras corría escapando del abuelo que estaba borracho,los dos últimos encuentros fueron en el crepúsculo, yo no vi nada;
    pero no puedo olvidar la cara de terror de mi abuela,hace 55 años cuando tenia 5 años, busque en la selva,no encontré nada solo hullas de jaguar, tortugas y algarabía de aves pero nada mas.


    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

LA HUMANIDAD PERDIDA (IV): GIGANTES DE AUSTRALIA

LOS PIGMEOS DE MONTAÑA DE NUEVA GUINEA

ARDIPITHECUS RAMIDUS:¿PRIMEROS INDICIOS DE VIDA SOCIAL?